Ramiro, el ingeniero mago del agua potable en la PTAP

Ramiro Hincapié dice tener un gran lugar para estar en las mañanas y captar los mejores amaneceres en El Peñol, y ese privilegio lo ha convertido en un coleccionista: en la galería de fotos de su teléfono tiene decenas de ellos. El despunte del sol en las madrugadas siempre lo toma en la Planta de Tratamiento de Agua Potable (PTAP), en la parte alta del municipio, ese lugar incomparable para capturar amaneceres multicolor y donde trabaja desde 1998, incluso antes de que se creara Aguas y Aseo E.S.P., en 2002. Pero la fotografía vespertina no es su única pasión.

Uno de los amaneceres captado por Ramiro desde la PTAP.

Uno de los amaneceres captado por Ramiro desde la PTAP.

El operario coordinador de la PTAP también habla con entusiasmo de su trabajo. Más de dos décadas de experiencia le han otorgado una agudeza visual que tal vez no tenga nadie más en el municipio para determinar qué tan turbia viene el agua que baja de la montaña y que él transforma, como si se tratara de un mago, en agua potable después de aplicarle formulas químicas que, como pócimas milagrosas, conjuran cualquier maleficio en el agua para que los habitantes del área urbana del municipio la consuman en total sanidad.   

Ramiro, de 50 años, es uno de los fundadores de Aguas y Aseo. Llegó como un oficial de obra, ayudó en la construcción de la PTAP sin saber que sería su lugar de trabajo durante más de 20 años. La curiosidad lo llevó a querer aprender el funcionamiento de la planta mientras la construía, luego asistió a clases para formarse como operario, hasta que un día le dieron la oportunidad de administrarla, y se quedó hasta el día de hoy. Con el tiempo se ha transformado en una suerte de ingeniero empírico, tiene una creatividad y capacidad de resolución de problemas que envidiaría cualquier profesional de la materia.

Hasta 2012, cuando la planta ya tenía más de una década de operación, la única forma de hacerle limpieza y mantenimiento era con un proceso arduo y contrarreloj en el que también participaban los bomberos con sus chorros de agua a presión. Era un trabajo engorroso, no sólo para los operarios de la planta, sino también para el pueblo en general, que debía quedarse un día entero sin agua potable.

Entonces Ramiro propuso y ayudó a construir una suerte de dique que dividiera en dos a toda la planta: floculadores, sedimentadores y filtros. Y así, cuando un lado está en mantenimiento, el otro lado está trabajando y proveyendo con normalidad a los habitantes del área urbana. Nunca hubo más cortes de agua por mantenimiento. Y como ese invento, Ramiro propuso también una purga: una especie de cámara para limpiar de lodo el agua que llega a la PTAP antes de que empiece el proceso de potabilización, lo que también redujo el número de limpiezas necesarias y optimizó el funcionamiento.  

El equipo que manipula Ramiro es una planta de tratamiento de agua a escala. Cada contendedor cúbico de esos simula una parte real de la planta para saber, tras resolver una fórmula, qué tratamiento debe aplicar al agua para que sea optima para el consumo. Más arriba hay una pecera con tilapias, un pez de la zona, pero no es decoración. Se trata de una bioalarma, un sistema empleado incluso en las plantas de potabilización más modernas del país para detectar si el agua que viene de la montaña corre con algún veneno.

Pero además de ingeniero empírico, hechicero de pócimas e inventor de soluciones prácticas a problemas cotidianos de la PTAP, Ramiro se encarga de que la planta se mantenga deslumbrante, luce como nueva todo el tiempo, limpia y bien pintada, en orden. Su trabajo metódico y juicioso le garantiza al pueblo agua potable de primera calidad y, al coordinador de operarios, la satisfacción del deber cumplido al final del día.

Y si Ramiro disfruta los amaneceres en la planta, cuando acaba la jornada quiere que los anocheceres lo sorprendan en ‘La Chavita’, su finca en la vereda Guamito. Allí construyó un jacuzzi y hasta una fonda para disfrutar con la familia y amigos. Ramiro invita para la finca con amabilidad y entusiasmo, habla de ella con la misma pasión y orgullo que por PTAP… Debe ser, sin duda, otro gran lugar para estar.

Ramiro señala el Área de Cloración, la habitación en la que se almacena y manipula el cloro gaseoso, el ingrediente final de la potabilización del agua, que consiste en la desinfección. La manipulación de ese químico es la parte más riesgosa de su trabajo, asegura el operario, pues una fuga accidental de ese producto podría costarle la vida, aunque en la PTAP se cuenta con todas las medidas de bioseguridad para su manipulación.

 

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